Bienvenidos al Lolita

Bienvenidos al Lolita
Espero que me perdonéis, yo aún no he sabido hacerlo. El pasado martes me comí casi entero el piloto de "Bienvenidos al Lolita" y ahota tengo sensaciones encontradas.

Por una parte me alegro que una ficción española haya sido respaldada por tantos espectadores (3,5 millones de espectadores y un 18,4% de share). En los tiempos que corren que una serie supere un 15% ya es un logro, asi que llegar al 18% es para aplaudir. También me alegra que hayan sabido continuar la vía abierta de Vive Cantando, de la que no hemos hablado en este blog por falta de tiempo, con canciones metidas con calzador y con retoques en el playback (habría que ver como cantan algunos sin los retoques...) y tramas simples.

En la parte negativa, lo de siempre y que no es otra cosa que la obligada abuela, los niños con su mini trama sin sentido, los mayores basados en los estereotipos más previsibles (¿me lo parece a mi, o la madre de Nerea Camacho hace el mismo papel que en Luna, el misterio de Calenda?), guaperas que se quitan la camiseta incluso para beber un vaso de agua, y adolescentes mojando bragas por el guaperas.

En el primer capítulo nos presentan a la directora (Beatriz Carvajal) de un antiguo exitoso cabaret que no pasa por sus mejores momentos. De hecho están a punto de tener que abandonarlo, hasta que un conocido empresario (Luis Varela) y Povedilla, perdón, su sobrino, que es el mismo actor (Carlos Santos) haciendo el mismo papel, llegan con la farsa de querer ayudar aunque sus fines son bien distintos: tirar el inmueble y construir en él otro edificio que albergue negocios más prósperos.

Por otro lado, la hija de la propietaria, interpretada por Natalia Verbeke, sufre su propio deshaucio, pues su marido se ha fugado con su amante y los ahorros y no la queda otra que volver a los brazos de mamá. Aún queda la hermanísima de Paz Vega, de nombre Sara, y que su personaje es un transexual con tiburón y todo y que, si no lo remedia nadie se convertira en una tensión sexual no resuelta con Povedilla, perdón de nuevo, el personaje que interpreta Carlos Santos.

La Juani también anda metida en el fregado y tiene una hija (Nerea Camacho) que se ha enamorado del mojabragas argentino (Rodrigo Guirao), que le saca unos cuantos años y el desamor le ha llevado a intentar quitarse la vida. Una historia patética que llenará varios capítulos al más puro estilo Los Hombres de Paco, pues el padre de la menor y el chavalito son amigos de toda la vida.

Me queda contar lo que para mí es la guinda del pastel, padre e hijo que se acuestan con la misma chica. No juntos, eso sí, o al menos de momento.

Finalmente todo decorado con la llegada de Cúper (lo siento, es el único nombre de personaje con el que me quedé), el alter ego del incombustible Roberto Álamo, que es requerido para llenar el Lolita en su última oportunidad por salvarse y que aprovecha el intento de suicidio de otro personaje (no, no voy a poner spoilers, aunque siendo listos lo sacáis de cajón) es aprovechado para ponerse a bailar en medio de la calle y promocionar en la tele local el espectáculo. (Aquí perdonadme pero me voy a ahorrar el comentario)

En definitiva, esto si que es una mezcla de otros productos de la factoría Globomedia, quien produce la serie y que, quizás cansada de tener que encontrar cómo forzar situaciones para que los protagonistas se quiten la ropa, han decidido ambientarlo en un puticlub (para los mal pensados, debéis anotar en vuestra agenda que para despejar todas las dudas los guionistas nos lo dejan clarito: el Lolita también tiene hotel). Así ya las escenitas de pasar una CocaCola, un destornillador o el análisis de orina de la abuela sin camiseta o en ropita interior no son tan chirriosas.

Una mezcla explosiva de nada más y nada menos que 85 minutazos que encandiló, sobre todo, a los jóvenes de entre 13 y 24 años (24,7%) y que aseguran la continuidad, salvo sorpresas, de otro remake más de Los Serrano, está vez convertidos en "Los Serrano en un puticlub"
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